martes, 26 de mayo de 2009

PEDERASTAS ENCUBIERTOS

Fernando Lugo está muy lejos de ser el primer pederasta encubierto por la iglesia católica, con un largo historial en intentar esconder sus abusos bajo la alfombra.

Miembros de una asociación de víctimas de abusos en casos de pederastia presentaron tiempo atrás en Los Ángeles una denuncia contra el cardenal Norberto Rivera Carrera y el arzobispo de Los Ángeles, Roger Mahony, por el supuesto encubrimiento de un sacerdote acusado de varios casos de agresiones a menores.

Según la denuncia de la asociación, conocida por sus siglas en inglés SNAP, tanto Mahony como Rivera supuestamente encubrieron los posibles delitos sexuales del sacerdote Nicolás Aguilar tanto en México como en Estados Unidos y favorecieron su fuga.

?Norberto Rivera conspiró en encubrir los crímenes y en ese respecto está quebrantando las leyes internacionales?, declaró Eric Barragán, portavoz de la organización.

Según la denuncia, el cardenal envió a Nicolás Aguilar a Los Ángeles a pesar que en México unos ochenta niños y niñas declararon haber sido víctimas de sus abusos.

Aguilar permaneció en Los Ángeles nueve meses, entre los años 1987 y 1998.

En ese plazo, 26 víctimas acudieron a la Policía para denunciar los supuestos abusos, detalla SNAP.

De estas denuncias la Policía tuvo pruebas de 19 delitos de índole sexual que hubieran permitido en su momento el arresto de Aguilar, quien en la actualidad está prófugo.

Tras un nuevo supuesto caso de abuso sexual contra el joven Joaquín Aguilar, en México, se desconoce el paradero del sacerdote aunque fuentes de SNAP aseguran que reside actualmente en Puebla.

Según Eric Barragán, ?la denuncia contra Rivera Carrera y Mahony pretende ser el primer paso contra casos de encubrimiento en el seno de la Iglesia Católica?.

En su opinión "los abusos y los encubrimientos siguen en el seno de la Iglesia".

SNAP fue creada a finales de la década de los 80, por iniciativa de cuatro víctimas de supuestos abusos sexuales, y en la actualidad cuenta con más de diez mil miembros.

A la denuncia presentada ayer en la Corte Suprema de Los Ángeles le seguirá una marcha hasta la catedral de esta ciudad donde la asociación entregará personalmente una copia de la demanda a Mahony.

El arzobispo de la ciudad de Los Ángeles indicó con anterioridad que desconocía las supuestas acusaciones que existían contra Aguilar cuando le admitió en su diócesis.

Sin embargo, la red señala que tanto Mahony como Rivera tenían pleno conocimiento de las denuncias existentes y que lo que hicieron ambos prelados fue cambiar a Aguilar de parroquia para evitar el escándalo y encubrir su conducta criminal.

SNAP también tiene prevista una marcha en México para entregar en mano otra copia de la denuncia a monseñor Rivera.

La asociación asegura que Aguilar continúa oficiando misas en Cuernavaca y Puebla y que las autoridades eclesiásticas no han iniciado ningún proceso canónico para desposeerle de sus funciones como presbítero.


LA IGLESIA MINIMIZA

La Arquidiócesis de México aseguró ayer que el cardenal Norberto Rivera está tranquilo, ante la demanda interpuesta en su contra, por presuntos nexos con el pederasta Nicolás Aguilar Rivera.

El vocero de la institución eclesial, Hugo Valdemar, precisó que el jerarca católico sostendrá un encuentro con sus abogados a fin de conocer qué es lo que procede.

"El cardenal conoce sus situación y condena los delitos cometidos por Nicolás Aguilar (...) se siente tranquilo porque no existe ningún encubrimiento a Nicolás Aguilar y lo que sigue es una reunión con los abogados para ver qué podemos hacer, pues las leyes de EU son distintas a las de nuestro país", indicó entonces.

Dijo que la Iglesia Católica mexicana condena y condenará siempre la pederastia, por lo que rechazó que el cardenal haya encubierto al sacerdote, quien enfrenta cuatro procesos penales por violación a menores.

Actualmente el encubrimiento de los abusos cometidos por Fenando Lugo por parte de sus colegas obispos aviva el escándalo en Paraguay.

ENCUBIERTOS POR LA IGLESIA

Casos de pederastia en la Iglesia Católica se refiere a una serie de escándalos relacionados con abuso sexual a menores de edad (pederastia o pedofilia) que tienen que ver directamente con sacerdotes y religiosos de la Iglesia Católica, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX. A pesar de que tales cargos ya habían sido formulados en años anteriores, el tema ganó notoriedad durante el último lustro de la década de 1990 con denuncias formuladas por antiguas víctimas ante tribunales y medios de comunicación de Europa, Estados Unidos y América Latina especialmente y allí en donde la Iglesia ha tenido una fuerte influencia.

De acuerdo a estudios de Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos en la Universidad de Pensilvania,[1] el 99,8% de los sacerdotes católicos nunca se han visto implicados en este tipo de comportamientos delictivos[2] y no existe evidencia de que la pedofilia sea más común entre el clero católico, que entre los ministros protestantes, los líderes judíos, los médicos o miembros de cualquier otra institución en la que los adultos ocupen posiciones de autoridad sobre los niños.[2]

Sin embargo, un informe de la BBC de 2004, declara que en los Estados Unidos el 4% del clero católico de ese país ha estado implicado en prácticas sexuales con menores, en número aproximado de 4000 sacerdotes durante los últimos 50 años[3] aunque sólo entre el 5 y el 10% de las víctimas denuncia el caso, según Barbara Blaine, presidenta de la Red de sobrevivientes de abusados por sacerdotes (SNAP) de los EE.UU.[4]

Otras investigaciones, como la realizada en 1995 por la Universidad de Salamanca y publicada por el Ministerio de Asuntos Sociales de España, determinaro que del total de españoles que han sufrido abusos sexuales siendo menores, el 10% asegura que fue abusado por un sacerdote católico.[5]

La mayoría de los casos se presentaron en seminarios sacerdotales, escuelas y orfanatos en donde niños y adolescentes estaban bajo el cuidado del clero. La publicación de numerosos escándalos creó una fuerte crítica hacia la jerarquía de la Iglesia, especialmente por la actitud que algunos obispos y superiores religiosos asumieron frente a las evidencias del hecho limitándose a llamados de atención privados y el traslado del infractor a otros sitios, mientras se guardó una indiferencia sistemática frente a las víctimas, lo que llevó a la conclusión de que los superiores de los infractores estaban encubriendo el crimen.

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