El escritor colombiano Gabriel García Márquez suele decir que América Latina no puede apagar las luces para dormir, y el golpe que derrocó a Manuel Zelaya, o las maniobras que lograron hacer pasar por referente de la izquierda a Fernando Lugo lo confirman.
Sobre el punto, la Telaraña Imperial es un reciente libro de Eva Golinger, donde se describen los mecanismos de injerencia imperialista estadounidense en Latinoamérica de manera enciclopédica, la mayoría de las veces en detrimento de los intereses nacionales de estos países, y siempre en beneficio de las políticas transnacionales impartidas desde Washington en beneficio de los intereses empresariales de los cuales el poder político de dicha capital es gerente.
En ese libro puede advertirse cómo las juntas directivas de grandes multinacionales, como Chevron Corporation, Exxon Mobil, Carlyle Group, Verizon, Halliburton, Blackwater y otras, tienen los mismos directores, asesores y miembros de instituciones supuestamente independientes como Human Rights Watch, Ford Foundation, Rand Corporation, Transparencia Internacional, International Crisis Group, Freedom House, National Endowment for Democracy, Cato Institute, American Enterprise Institute, entre otras. También puede leerse cómo entre los accionistas se encuentran por lo general altos funcionarios de la CIA, el Departamento de Estado, el Pentágono y hasta de la Casa Blanca.
Desde sus altos puestos, estos administradores del poder imperial utilizan las Organizaciones no Gubernamentales (ONG), como Súmate en Venezuela, o partidos políticos que ellos mismos financian y asesoran a través de sus aliados como el Instituto Republicano Internacional (IRI), el Instituto Demócrata Nacional (NDI), la NED, la Fundación Konrad Adenaeur de Alemania o la Fundación FAES de España, para lograr sus objetivos políticos en Latinoamérica.
Curiosamente, el controvertido obispo Fernando Lugo, presentado por la prensa y gran parte de la izquierda latinoamericana como referente de dicha corriente, es un personaje fuertemente sujetado a la telaraña imperial, como puede advertirse en su prensa adicta y en los vínculos de las ONG que lo acompañan políticamente. Un poco de historia es clave para comprender los estratégicos aliados del clérigo-presidente entre los exponentes del intervencionismo imperialista.
El 13 de marzo de 1989 el ex agente de la CIA y colaborador de John Maisto en la captura y asesinato del Che Guevara en Bolivia, luego empleado de Andrés Rodríguez, el embajador Timothy Towell, escribió una carta donde explicaba el objetivo de la visita del presidente de la NED Carl Gershman al Paraguay. Ese mismo año se derrumbaba el imperio soviético y con él la propaganda con que Stroessner justificaba sus abusos, mientras en Nicaragua se imponía Violeta Chamorro en las elecciones. En los comicios nicaragüenses habían sido decisivos, para lograr la derrota electoral sandinista, los mil millones de dólares invertidos por un organismo creado pocos años atrás como alternativa a la CIA para promover “golpes suaves” con el argumento de la chequera imperialista: La National Endowment for Democracy.
Considerando inminente el fin de Stroessner, el imperio norteamericano se movilizó para impedir que sus adversarios tomen las riendas a su caída, para lo cual se apresuró a ganar para la causa del continuísmo de la dominación imperialista a los disidentes con una muy buena remuneración. Entre estos disidentes a sueldo se contaron dos personajes hoy vinculados a la propaganda del obispo Fernando Lugo, y que hace décadas controlan en Paraguay un alto porcentaje de lo que se puede decir: Aldo Zucolillo y Humberto Rubín, quienes venían buscando con ansiedad un acercamiento con el imperio, logrando recibir invitaciones del ex director de la CIA y entonces Vice-Presidente George Bush (padre) en noviembre de 1986. Estos fructíferos vínculos se tradujeron en fuertes sumas en dólares que empezaron a fluir hacia Asunción, donde operaba para la CIA desde 1979 el nicaragüense-norteamericano Agustín Torres Lazo, en una oficina de inteligencia que se ocultaba bajo la falsa fachada de “Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre” en la Calle Montevideo nº 822. Torres Lazo, valga la acotación, había sido uno de los leales miembros del círculo íntimo de Somoza García como teniente de la Guardia Nacional, fiscal acusador y partícipe de las torturas de los interrogatorios que siguieron al primer ajusticiamiento, en la noche que el dictador olvidó su chaleco antibalas para asistir a la fiesta en la Casa del Obrero, el 21 de Septiembre de 1956.
Torres Lazo no solo tuvo un papel decisivo en la vinculación de los organismos imperialistas con los disidentes contratados, quienes sólo en el lapso 1987-89 recibieron por esta vía 1.074.587,00 dólares, también jugó un papel fundamental en la penetración de la patronal en el Sindicato de Periodistas del Paraguay. No es nueva, por lo tanto, la obsecuencia en un mundillo en el que basta clausurar supermercados a propietarios de medios para modificar las encuestas, y donde se tiene como cúspide de la carrera periodística convertirse en receptor de dólares de organismos de coacción imperialista.
La eficacia del andamiaje montado por la inteligencia estadounidense en Paraguay se volvió a patentizar en marzo de 1999, cuando toda la intelligentzia y la patria periodística se abocaron a repetir las consignas que les dejara el promotor del Plan Colombia y sub secretario de estado para el Hemisferio Occidental, Peter Romero. No descansaron entonces hasta derrocar por la vía mediática a un gobierno electo para imponer a un ebrio consuetudinario digitado que alcanzó niveles inéditos de corrupción.
Más recientemente, la injerencia imperialista ha logrado instalar ante la opinión pública como referentes de la izquierda, a fichas de la embajada norteamericana en Asunción, tales como los operativos del Plan Umbral, USAID y la National Endowment for Democracy que motorizaron la candidatura del obispo libertino y falso teólogo de la liberación Fernando Lugo, desde ABC color, el PMas, Tekojoja y otros grupos afines a instituciones vinculadas a la telaraña imperial. Hubiera sido sumamente contradictorio que la NED y USAID, que sólo en el 2004 invirtieron 9 millones de dólares para desacreditar y desprestigiar a Hugo Chávez, promuevan en Paraguay a partidarios del socialismo del siglo XXI.
A pesar de ello, la propaganda de izquierda respecto al obispo Fernando Lugo logró un alto índice de aceptación, tanta como su aureola de santidad hoy hecha trizas. Es que como dijo alguna vez Schopenhauer, el que cree que en el mundo los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles, será siempre víctima o juguete de ellos.
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