viernes, 2 de octubre de 2009

FERNANDO LUGO, UN ESTRUENDOSO FRACASO


El poeta, dramaturgo y crítico angloestadounidense T. S. Eliot filosofó una vez que los seres humanos no están hechos para soportar mucha realidad, y la forma exitosa en que corrieron las mentiras sobre nuestro héroe Fernando Lugo parecería confirmarlo. El nuncio apostólico Orlando Antonini, quien se despidió ayer del presidente paraguayo, Fernando Lugo, tras finalizar su misión en Asunción, afirmó que el caso del mandatario causó un gran dolor a la Iglesia Católica. Lugo era un obispo emérito cuando a finales de 2007 anunció su incursión en política, con el silencio cómplice de la mayoría de los jerarcas católicos.

Con fuerte respaldo empresarial y de la prensa mediática, que lo vendió como referente moral y personaje impoluto, encabezó la campaña tan exitosa como falaz que lo llevaría a la Presidencia. Es que en la realidad, como lo sentenció el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, no ocurre nada que corresponda rigurosamente a la lógica, y lo que generalmente se llama realidad -advertía Hegel- es considerado por la filosofía como cosa corrupta, que puede aparecer como real, pero que no es real en sí y por sí.

Poco después de su victoria electoral, Lugo pasaría de la gloria al infierno, al descubrirse que llevaba una doble vida siendo ministro de la iglesia católica de día mientras seducía menores indigentes por las siestas y noches.

Hoy varios analistas paraguayos de prestigio no dudan en calificar al gobierno de Lugo como uno de los mayores fracasos de la historia política paraguaya. La multitudinaria concentración del partido colorado, que atiborró el área céntrica de la capital paraguaya pidiendo desesperada una salida a la desesperante situación del país, tiende a confirmar estas lapidarias opiniones.

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