(LUIS AGÜERO WAGNER) Algunos ex-represores que colaboraron con la dictadura de Stroessner, como Víctor Báez Mosqueira, Alcibiades Gonzalez Delvalle o Conrado Pappalardo, son tan intocables en Paraguay que hasta puede eludir el juicio de la historia.
Decía el escritor argentino Rodolfo Walsh que quienes lograban apoderarse de la historia tenían en sus manos la posibilidad de convertirse en dueños de todas las otras cosas, axioma que en Paraguay se cumple como una operación matemática. Cuando algún nefasto personaje logra acomodarse en alguna encumbrada posición del gobierno, o convertirse por alguna razón en personaje influyente dentro de la sociedad, sus pecados de juventud son complacientemente borrados del pasado en forma proporcional a la que sus virtudes se multiplican geométricamente.
El fenómeno alcanza incluso a sus parientes, algunos de los cuales son rescatados del olvido o el anonimato para convertirse en destellantes héroes civiles.
Así, uno de los tantos fraudes perpetrados durante la interminable transición democrática paraguaya fue la falsificación de la memoria. Las historias se acomodaron de manera complaciente al continuismo gatopardista que caracterizó a los sucesos del 3 de febrero de 1989, y el pasado servil al dictador Stroessner de muchos políticos, comunicadores y periodistas pasó a convertirse en un tema tabú.
Muchos que no habían levantado la voz jamás para hacer notar alguna actitud oprobiosa de la dictadura, pronto aparecieron cargados de “méritos” que sólo existían en la propaganda del parnaso que maneja la superestructura en Paraguay.
En casos aún más exagerados, se trataba de represores arrepentidos que habían servido a la tiranía con diligente obsecuencia. Veamos algunos ejemplos.
El industrial del odio
Edgar L. Ynsfrán se constituyó en uno de los afortunados favorecidos por la fortuna que tras haber ocupado el ojo de la tormenta en la época de más sangrienta represión, en la primera década de gobierno del dictador Stroessner. Tan relevante llegó a ser su papel que una respetada figura de la oposición paraguaya, el veterano dirigente febrerista Juan G. Granada, lo bautizó con el elocuente mote de “el industrial del odio”.
Durante su reinado capitaneó la represión política ordenando arrancar ojos y castrar a los disidentes, antes de arrojarlos desde un avión sobre las aguas del río Paraná, constituyéndose así en precursor de los tristemente célebres vuelos de la muerte de la Junta Militar que dirigió el mal llamado “Proceso de Reorganización Nacional” en Argentina de 1976 a 1983.
Al ser derrocada la dictadura paraguaya el 3 de febrero de 1989 por un golpe militar, Ynsfrán pasó a constituirse en egregio padre de la democracia paraguaya y ocupó importantes posiciones en el gobierno democrático, sin que nadie se escandalice por ello. Era lógico que así sea, dado que la mayoría de los padres de la democracia habían sido en realidad luchadores selectivos contra ciertas etapas de la dictadura.
Epifanio Méndez Fleitas, agente de la CIA
Desde que el obispo Fernando Lugo apareció en la política paraguaya apadrinado por testaferros del imperio y por los maccartistas propietarios de medios de comunicación que prosperaron empresarialmente merced a la dictadura de Stroessner, volvió a ensalzarse a Epifanio Méndez Fleitas, quien fuera un gran colaborador de la dictadura desde importantes funciones ( entre ellas, presidente del Banco Central del Paraguay a fines de la década de 1950).
Epifanio Méndez, acusado por el recientemente desaparecido agente de la CIA Philip Agee de haber pertenecido a la inteligencia estadounidense, constituye uno de los desafortunados impulsores del fascismo y la dictadura en Paraguay que por haber caído en desgracia con sus poderosos aliados devino en “luchador” contra la misma autocracia que ayudó a consolidar.
Antes de ser radiado por su amigo Stroessner, que no era el primer dictador a quien servía, Méndez había sido gestor de la “conversión” de muchos opositores paraguayos desterrados, a quienes extorsionaba para volver al terruño imponiéndoles lealtad al partido gobernante. Se había familiarizado como chantajista cuando fue jefe de policía en tiempos del dictador Higinio Morínigo en la década anterior a Stroessner, y tenía a su cargo la liberación selectiva de detenidos por causas políticas durante la guerra civil que azotó al Paraguay en 1947.
Víctor Baez Mosqueira, delator devenido en héroe sindical
Victor Baez Mosqueira hoy ocupa un alto cargo en una organización sindical internacional, la ORIT. Conocido como valiente defensor de los trabajadores, nunca puso la cara ante las reiteradas "invitaciones" a un careo donde se puedan sustentar las acusaciones de haber sido informante de la policía política de Stroessner, las cuales así quedaron sin haber sido nunca refutadas.
Lo único que hicieron sus improvisados abogados en pago por favores recibidos –y mediocremente- para tratar de limpiar la imagen del "referente sindical", es editar un folleto de mas de 80 paginas en donde en ninguna de ellas se explica la razón por la cual Baez Mosqueria aparece delatando a sindicatos en más de 200 registros del Archivo del terror.
El libro ocupó todas sus paginas en un montón de cartas de apoyo de personas y referentes paraguayos que de alguna u otra forma estaban aplicando la ley del "hoy por ti mañana por mi", como si la historia no demostrase que gracias al excelente trabajo de la inteligencia imperialista muchos espías han sido grandes referentes populares y hasta han ocupado cargos claves en organizaciones revolucionarias.
De operativo de la policía política a espíritu rector de la democracia paraguaya
Juan Manuel Morales es el más insólito entre casos insólitos. A él rinden pleitesía los más influyentes políticos, desde auto referenciados luchadores contra la dictadura hasta el presidente del Congreso paraguayo Miguel Abdón Saguier, aunque sea bien conocido su papel de informante de uno de los más temibles represores de los años del terror en Paraguay. El secreto está en que maneja el presupuesto de la Justicia Electoral paraguaya desde su cargo de Ministro del Supremo Tribunal Electoral, alturas desde donde decide cupos para la clientela de los más encumbrados personajes de la política doméstica.
El sanguinario torturador de quien Morales era subalterno, el comisario Alberto Cantero, es recordado por sus crueles ejecuciones de disidentes, a quienes luego de piletear y picanear con corriente eléctrica, en ocasiones amputaba las manos o colgaba de ganchos clavados en la espalda desde el techo, dejando horrorosas manchas de sangre en las baldosas del departamento de investigaciones. Muchas de las víctimas de este personaje digno de una película de terror fueron entregadas a sus verdugos por Morales, quien hoy juzga actas electorales y cuenta votos para entronizar presidentes, gobernadores, senadores, diputados, intendentes y concejales paraguayos.
Queda demostrado con esta breve reseña que no solamente el benefactor de centros de detención y tortura de la dictadura paraguaya Aldo Zucolillo, ni el bufón de Stroessner y animador de cumpleaños Humberto Rubín, ni el Gunther Grass paraguayo, el ex policía de la dictadura y escribiente del maccartismo Alcibíades Gonzalez Delvalle, constituyen raras avis dentro de la prodigiosa fauna paraguaya. A pasado de máscaras, presente de ignominias.
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